El jueves vamos a ir (quien así lo quiera) a ver la tan ansiada película. No sé si estaré yo sola o, por el contrario, habrá una legión de alumnos y alumnas entusiastas. Sobre las críticas, de todo ha habido. Yo me quedo con las buenas, claro:
Alejandro Amenábar ha presentado su película «Ágora» sobre Hipatia, filósofa del siglo V asesinada en Alejandría por una turba violenta. El director de «Mar Adentro» afirma que su película quiere ser una «celebración del diálogo». Ateo confeso, homosexual, ex alumno de internado escolapio, dice que su película se llama «Ágora», refiriéndose a que nuestro mundo es una plaza donde todos pueden vivir y debatir sin usar la violencia.
El director utiliza recursos visuales de nuestro tiempo para escenificar aquella forma de entender el mundo tan aparentemente antigua, y tan peligrosamente actual. Utiliza planos de la tierra desde el espacio y batallas cenitales, desde las alturas, para burlarse de nuestras actitudes y hacer que el espectador se avergüence, en la distancia, por lo diminuto de nuestras actuaciones. Ágora es una superproducción en lo estético, pero una superproducción mayor en lo ético.
El acto de barbarie final está protagonizado por cristianos fanáticos y una mirada muy superficial de la historia ha situado esto en el objeto de la cinta. Sin embargo, lejos de ser una película contra el cristianismo, Ágora es en realidad una mirada contra el fundamentalismo, contra la chispa que enciende la violencia de los pueblos, contra las provocaciones.Porque Amenábar culpa a los que impiden la convivencia utilizando a su antojo la interpretación de la religión. Culpa a todos los que no dudan de las cosas: unas veces cristianos, otras judíos, otras paganos.Porque sólo dudando de las teorías instaladas, de las verdades absolutas, evoluciona la ciencia, evoluciona el ser humano. “Tú te puedes permitir no dudar de las cosas, yo no”, -dice Hipatia, la científica. Impresionante.
El director utiliza recursos visuales de nuestro tiempo para escenificar aquella forma de entender el mundo tan aparentemente antigua, y tan peligrosamente actual. Utiliza planos de la tierra desde el espacio y batallas cenitales, desde las alturas, para burlarse de nuestras actitudes y hacer que el espectador se avergüence, en la distancia, por lo diminuto de nuestras actuaciones. Ágora es una superproducción en lo estético, pero una superproducción mayor en lo ético.
El acto de barbarie final está protagonizado por cristianos fanáticos y una mirada muy superficial de la historia ha situado esto en el objeto de la cinta. Sin embargo, lejos de ser una película contra el cristianismo, Ágora es en realidad una mirada contra el fundamentalismo, contra la chispa que enciende la violencia de los pueblos, contra las provocaciones.Porque Amenábar culpa a los que impiden la convivencia utilizando a su antojo la interpretación de la religión. Culpa a todos los que no dudan de las cosas: unas veces cristianos, otras judíos, otras paganos.Porque sólo dudando de las teorías instaladas, de las verdades absolutas, evoluciona la ciencia, evoluciona el ser humano. “Tú te puedes permitir no dudar de las cosas, yo no”, -dice Hipatia, la científica. Impresionante.
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